El santuario más bello de américa en su encrucijada
Hace pocos días, el Santuario de Las Lajas fue uno de los lugares de Colombia nominados en los premios World Travel Awards.
“Algunos días sólo comemos una sopa, y en la noche agua de panela, no tenemos dinero para comprar alimentos, vivíamos de las artesanías que ofrecíamos a los turistas, pero ya no llegan por la enfermedad”, dice entre sollozos Yolanda Mejía, quien nació en pleno centro del corregimiento de Las Lajas, uno de los centros turísticos más importantes en el suroccidente de Colombia.
Como Yolanda, unas 150 personas que superan los 60 años, se trasnochan pensando en el momento que haya apertura del comercio en el sector. Sin embargo, el miedo al contagio es evidente, ellos laboran vendiendo rosarios, estampas, fotografías y pequeñas tallas en piedra que contienen la imagen de la Virgen de Las Lajas, o como la llaman en la región, ‘La Mamita’.
Hasta el momento no se registran personas contagiadas con la COVID-19 en este corregimiento, como lo confirma la teniente Lina López, quien junto con nueve agentes de la Policía recorren las angostas calles verificando que se cumplan los decretos de restricción de acceso de peregrinos, “es un sitio muy tranquilo, las personas son muy nobles, pero, es evidente el sufrimiento, todos vivían del turismo”, dice la oficial.
Hace pocos días, el Santuario de Las Lajas fue uno de los lugares de Colombia nominados en los premios World Travel Awards. Participa en la categoría como Principal Atracción Turística de Suramérica.
No parece el mejor momento para una nominación de este tipo en una época en la que no hay turismo ni se permiten las ceremonias religiosas.
Miles de personas tendrán que esperar para poder regresar a este lugar, un ícono de nuestro país, que inició como una gruta pajiza en el año 1754, en donde fue descubierta la imagen de la virgen pintada en una laja, por una indígena llamada María Mueses de Quiñonez, quien llevaba en su espalda a su hija sordomuda.
La mujer transitaba entre la ciudad de Ipiales y su casa situada en la población de Potosí, a 10 minutos de la gruta. Cuenta la historia que la niña recobró el habla diciendo, "mamita, mamita, la mestiza me llama”.
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Misas virtuales
Una de las soluciones que la Diócesis de Ipiales propuso ante la imposibilidad de visitar el santuario, son las misas virtuales. El sacerdote, Adrián Bastidas, quien es uno de los cinco religiosos que laboran en el templo, se tuvo que adaptar a este nuevo sistema, “a veces hacemos peregrinaciones guiadas a través de los medios electrónicos, pero falta mucho. Esto cambió la vida en especial para las personas del lugar, ellos viven del comercio, los creyentes llegaban hasta la iglesia donde hacían bendecir sus rosarios y demás. Hemos visto a personas muy afectadas, situaciones muy difíciles, la iglesia ha ayudado entregando mercados, pero, existe mucha necesidad y nos quedamos cortos en este aspecto”, dijo el sacerdote.
Hace cuatro meses, dos veces al día, se trasmiten las eucaristías. Mauricio Portillo uno de los líderes de la zona, con una cámara casera y un computador es quien hace el milagro, “empezamos con 50 conectados ahora tenemos los fines de semana más de 3.000. Es un logro, nos llaman desde todas partes del mundo a felicitarnos”, comentó Portillo.
Incertidumbre
A pesar de las adecuaciones y la petición de la Conferencia Episcopal de Colombia de la apertura de los templos, en su momento el Gobierno Nacional permitió algunas pruebas, en este caso, los responsables del Santuario entregaron hace más de un mes a la Alcaldía de Ipiales, el plan de apertura y los protocolos, pero, hasta el momento están en estudio.
Señalizaciones, desinfección, tamizaje, entrada a la iglesia de sólo 50 personas entre otras normas, estaban listas para ser aplicadas.
Otra de las dificultades evidentes es la división entre pobladores en especial entre los adultos, “con hambre, pero sanos, o abrimos y tal vez nos contagiamos”, sentenció Portillo, quien intenta unir a las más de 300 familias que habitan la zona.
Sin embargo, teme una crisis aún mayor si no hay atención a tiempo, “esto se puede salir de control, puesto que las personas no tienen que comer, uno de los síntomas es que están cocinando con leña, ya no se utiliza gas. Muchos se gastaron sus ahorros, otros el capital que tenían para trabajar. Llegaron algunas ayudas, pero no alcanza para todos y la cuarentena se extendió y las necesidades aumentan, la mayoría son personas adultas, que siempre vivieron del turismo”, agregó.
Algunas de las personas más creyentes se arriesgan a llegar a pie hasta el atrio de la iglesia.
Zoila Narváez de 70 años, que vive en el barrio La Laguna en Ipiales, visita a la Virgen cada ocho días desde que tenía 12 años. En esta ocasión, y después de cuatro meses de encierro, llegó junto con su esposo y un hijo a agradecer por el milagro que recibió: una hija enfermera y uno comerciante se contagiaron de la COVID-19, ellos estuvieron en cuidados intermedios por más de 22 días, tiempo en el cual Zoila nunca dejó de pedirle a la Virgen por su recuperación.
“Tenía que venir a agradecer de rodillas porque me devolvió a mis dos hijos, fue un milagro de la Virgen, ella intercede ante Dios para que nos cuide”, dijo.
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Entre tanto, Adalberto Montenegro, presidente del Sindicato de Fotógrafos de Las Lajas, pidió a la Alcaldía de Ipiales capacitación ante una posible apertura. “Si abren el lugar tenemos que saber qué hacer en estos casos, por eso solicitamos que nos capaciten en bioseguridad. De igual manera, nos ayuden con algunos elementos, muchos no tenemos ni para comer, menos para comprar todo lo que se necesita”, agregó.
Por lo pronto, para Rubiela Bernal que vende frutas en una pequeña carreta; Luis Rodríguez, que vende veladoras, y Amparo Chacón, dueña de una cafetería, la vida continúa entre las calles empedradas de este bello corregimiento enclavado entre un caño del río Guáitara. De la orilla del afluente se desprende la basílica, que se esconde entre un estrecho.
De igual forma, para los trabajadores y propietarios de los 17 pequeños hoteles y 20 restaurantes que existen en la zona, seguirá el calvario y por tanto esperan que todo vuelva a la normalidad, situación casi imposible, ya que de los 500 peregrinos en promedio que llegaban diariamente al lugar, un 80 por ciento eran de nacionalidad ecuatoriana. La frontera, que permanece cerrada, se sitúa a tan sólo 10 kilómetros.
Mientras todo pasa, Yolanda Mejía recoge algunos de los cachivaches de su caseta de madera, entre los artículos hay una imagen de la Virgen de Las Lajas, “le diré a mi hijo que la enmarque, para venderla luego. Nací aquí, mis abuelos y mis padres son de acá, algunos ayudaron a construir parte del templo y la Virgen no nos va a desamparar, nunca lo ha hecho, no sé de dónde salen, pero a veces llegan ayudas para poder subsistir”, finalizó.