Bahía Hondita: de cazadores a guardianes de la tortuga Carey
Los wayuu de esta zona ya no las cazan como lo hicieron por siglos sus ancestros, ahora se aseguran de que todas las que nacen, lleguen al mar.
Hace 19 años Wilford Arens no prueba un bocado de tortuga. Este plato, otrora básico en la dieta de la etnia wayuu en Bahía Hondita, salió de las mesas de las casi 500 personas que habitan este remoto asentamiento en medio de la paradisíaca Punta Gallinas.
Wilford creció en medio de los platos de tortuga, pero el inevitable contacto con la tecnología y el creciente turismo en la zona, hizo que se diera cuenta de una terrible realidad: El alimento base de su comunidad, estaba por desaparecer.
Durante siglos los wayuú de esta zona consumieron tortuga carey. Su carne era bien valorada incluso por los comerciantes que llegaban de Uribia y Riohacha a este remoto lugar. Pasaron de cazarlas con arpones a atraparlas en las redes de pesca en la bahía.
La tortuga Carey anida en esta zona, cada año en el lapso entre mayo y octubre. Durante esos meses cientos de estos animales llegan a poner sus huevos a la costa. Wilford y un grupo de indígenas de la zona resolvieron iniciar una cruzada por su protección.
"No fue fácil. Yo desde 2002 tomé como decisión personal no comer más tortuga y acá en la comunidad iniciamos un trabajo de conciencia en firme en 2007 y gracias a la llegada de Conservación Internacional y Corpoguajira pudimos involucrar a toda la población en 2009. En adelante pactamos no volver a consumir la tortuga, en cambio, iniciamos la labor de ser los Guardianes de la carey, con responsabilidades y cuidados en la preservación de la especie", cuenta Arens.
Según relata este hombre típico wayuu, hubo hermanos que se negaban a cambiar la costumbre. Por eso, la manera perfecta de tocar sus corazones nació de la grandeza de lo simple.
En el primer año del proyecto, seleccionaron de la comunidad a los incrédulos y los invitaron a ver el nacimiento de las tortugas luego de la anidación. El milagro de la vida le ganó a la tradición. "Cuando ellos vieron ese nacimiento se animaron, nunca en su vida las habían visto naciendo, ahí fue que le cogieron amor a proteger las tortugas marinas", comenta Arens.
La palabra vale más que todo en territorio wayuu, y esa es la mejor garantía que tiene la tortuga con esta comunidad. Venga o no el apoyo de las fundaciones lo seguirán haciendo. Aseguran que ya es un compromiso de corazón, incrustado en las normas de convivencia de la ranchería.