En el último informe de calidad de vida publicado por Pereira Cómo Vamos, la capital risaraldense se posiciona como la segunda ciudad con el mayor índice de envejecimiento del país, un fenómeno que afecta especialmente a las mujeres.La ciudad,<b> con una población de 482.483 habitantes, ha experimentado una transformación demográfica</b> que pone en evidencia el creciente desafío del envejecimiento de la población.Este desajuste refleja un cambio estructural significativo, ya que <b>en los últimos 20 años, la proporción de adultos mayores se ha triplicado en comparación con la población infantil.</b>Mientras que <b>la población menor de 15 años ha disminuido un 21,6%, </b>perdiendo 23.332 niños, la población de personas mayores de 60 años ha aumentado en más del doble, con un incremento de 52.216 adultos mayores.El informe detalla que las mujeres son las que más contribuyen a este fenómeno. La proporción de envejecimiento en el sexo femenino ha triplicado su índice, lo que resalta la creciente vulnerabilidad de este sector de la población.De hecho, el director del programa Pereira Cómo Vamos, Ricardo Rojas, destacó la importancia de estos resultados al presentar un panorama que<b> requiere de políticas públicas urgentes para atender a este grupo etario.</b>El estudio también arroja una realidad aún más preocupante a nivel regional. El Eje Cafetero, que incluye <b>a Risaralda, Quindío y Caldas, es la zona de Colombia con la mayor proporción de adultos mayores.</b>En este sentido, los municipios de la región enfrentan un desafío doble: no solo tienen un alto índice de envejecimiento, sino que también cuentan con una estructura demográfica que favorece a las mujeres, que presentan índices de envejecimiento superiores a los de los hombres.En el caso de los hombres, el índice de envejecimiento ha aumentado 2,5 veces en los últimos años. La población masculina de 60 años o <b>más pasó de 20.184 a 39.353 personas, </b>mientras que la de las mujeres se triplicó,<b> con 33.047 mujeres más en la misma franja etaria.</b>Esta tendencia demuestra cómo la esperanza de vida está aumentando, pero también revela una mayor fragilidad en las mujeres, quienes viven más tiempo y, a menudo, con menos recursos para enfrentar los retos asociados al envejecimiento.