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Alerta en las garitas: las secuelas en el batallón de Puerto Jordán tras el ataque del ELN

Testimonios conocidos por W Radio dan cuenta del clima de tensión en la base militar. Bachilleres y soldados temen por un posible nuevo ataque.

Fotografía cedida por la oficina de comunicaciones del Ejército de Colombia del ataque a la base militar de Puerto Jordán, en el departamento colombiano de Arauca (este), este martes en Puerto Jordán (Colombia). Foto: EFE. / Ejército de Colombia

“Todos los del batallón andan alerta. Para disparar o para huir”. Ese es uno de los mensajes que un bachiller que presta el servicio en la base militar atacada en Puerto Jordán, Arauca, le envió a una familiar este viernes, en medio de un cruce intermitente de chats.

El militar hace parte del pelotón de cuarenta soldados que resguardan el Batallón de Artillería de Campaña Número 18 del Ejército Nacional. Se trata de bachilleres en labores de servicio militar obligatorio, aun con objeciones de conciencia, y soldados profesionales.

Los 40 se dividen en grupos de cuatro para hacer guardia en garitas. Esa es toda su protección: pequeños muros que los dejan a merced de otra posible arremetida, quizás del ELN, que ya reconoció su autoría en el atentado del 17 de septiembre.

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Cada guardia es de cuatro uniformados que rotan cada seis horas. Una vez pueden descansar, cuentan con una franja corta de tiempo para comunicarse con sus familiares. A veces, 15 minutos; otras, 40, y otras, apenas un saludo.

Según se cuenta entre bachilleres, existen varios contrastes entre los más jóvenes y los más profesionales. Los de más alto rango planean estrategias, pero no defienden el lugar. La base, por su parte, apartada del casco urbano, puede tardar días sin agua o sin luz.

De hecho, según le contó una fuente a W Radio, el martes sobre las once de la mañana no contaban con esos servicios públicos. En ese momento una camioneta blanca blindada se acercó al batallón “para matarnos”, le narró un joven a su familia.

“Un curso que estaba en la guardia disparó cinco veces a una camioneta blanca blindada cuando se estaba acercando al batallón para matarnos. Gracias a Dios, a los disparos de mi curso que estaba en la guardia, estamos vivos”, señaló en su mensaje.

Media hora después, según las investigaciones y según el propio ELN, una volqueta con tatucos —artefactos explosivos no convencionales— fue detonada de manera remota, hiriendo a 31 militares, de los que tres hasta ahora han fallecido.

El Batallón de Artillería 18, adscrito a la Octava División del Ejército, solicitó refuerzos de las Fuerzas Militares. Toda la cadena de mando, desde el Ministerio de Defensa hasta el comandante del Ejército, prometió reforzar la presencia castrense en la zona.

Sin embargo, hasta ahora solo es visible un componente de la Fuerza Aérea que “se ha encargado de contraatacar, no de defender el batallón”, expresó la pariente de un uniformado. Muchas madres solo pueden comunicarse si sus hijos logran cargar el teléfono.

Fuera de la base, familiares le cuentan a este medio que temen, pues “el fin de semana puede pasar cualquier cosa”.

“El ambiente que se respira es de constante tensión e incertidumbre”, dado que “se encuentran a la espera de otro ataque” y la única defensa está compuesta por jóvenes que prestan el servicio, o sea, bachilleres y soldados regulares.

En cualquier momento, bachilleres con apenas dos meses de entrenamiento en armas tendrían que recibir una nueva acometida. Quizás se interpondría entre las disputas internas entre cabos y tenientes que reciben algunos reclamos por parte de solados.

“Me da miedo un segundo atentado”, relata un militar. “Nosotros somos los que mayor riesgo tomamos. Como regulares, somos los que valemos menos desde que ingresamos al Ejército. No podemos hablar porque nos tratan mal”, añade.