Carlos Ramón González: multimillonario jefe de inteligencia y su “inocencia irrefutable”
Carlos Ramón González ha sido aliado de Álvaro Uribe y de Luis Alberto ‘El Tuerto’ Gil.
Carlos Ramón González: multimillonario jefe de inteligencia y su “inocencia irrefutable”
La Fiscalía General de la Nación señala a Carlos Ramón González, actual cabeza de la Dirección General de Inteligencia y antes director del Departamento Administrativo de la Presidencia de la República (Dapre), como el hombre que dio la orden de entregar contratos y plata en efectivo a congresistas.
La misma razón por la que, en el pasado, fueron condenados Bernardo Moreno y Alberto Velásquez, quienes ocuparon el mismo cargo de secretarios generales de la presidencia en el gobierno de Álvaro Uribe.
Hace unas horas, en respuesta a la Fiscalía, González publicó un comunicado en el que afirma que su “inocencia es irrefutable”. También asegura: “Mi historia de vida es una historia de compromiso con el cambio y la transformación del país hacia el progreso, la equidad y la justicia social”.
Lo que no cuenta Carlos Ramón González es que su vida es la de un empresario de la política que se convirtió en multimillonario apropiándose de la personería de un movimiento político y que ha tenido alianzas con el expresidente Álvaro Uribe y con el condenado parapolítico Luis Alberto ‘El Tuerto’ Gil.
González, ahora señalado como el ‘papa de los cónclaves’ para repartir plata en efectivo y contratos a los políticos, tiene una enorme fortuna personal que ha hecho a la sombra de la política.
La Unidad Investigativa de El Tiempo revela hoy que su patrimonio bruto declarado supera los 12.500 millones de pesos y que tiene numerosos bienes a su nombre en Bucaramanga y Bogotá. Entre ellos, una casa en el conjunto campestre Cacique II, dos lotes, una oficina en el Centro Empresarial Metropolitan de la capital santandereana, cinco apartamentos en el norte de Bogotá, dos lotes en Puente Nacional, Santander y uno en Zipaquirá.
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Cuando el periódico le preguntó por sus cuantiosos bienes, Carlos Ramón González respondió: “Ser exitoso en un Estado capitalista no es un pecado”.
El innegable éxito monetario de Carlos Ramón González siempre ha estado ligado a la política.
Después del éxito en las elecciones para Asamblea Nacional Constituyente en 1991 y en las del remplazo del Congreso revocado, el movimiento AD M-19 se estrelló en las elecciones legislativas de 1994, solo logró escoger un congresista y la personería del movimiento se convirtió en un papel sin valor en el cajón de un escritorio del que terminó adueñándose Carlos Ramón González.
Ahí, básicamente como empresario de la política, Carlos Ramón empezó a amasar su fortuna. El antiguo jefe militar del M-19 en Santander fue definido así por Arjaid Artunduaga, su compañero de armas: “Tiene una enorme capacidad para negociar (…) es un hombre con el signo pesos en la cabeza”. La cita la tomo de un riguroso perfil elaborado por Alfredo Molano Jimeno para Cambio.
La personería jurídica de la AD M 19, en manos de Carlos Ramón González, se convirtió primero en Opción Centro y después en Partido Verde Opción Centro. Una fábrica de avales de la que se han beneficiado políticos de todos los pelambres y familiares suyos. Su esposa Luz Dana Leal, actualmente directora de empleo, trabajo y emprendimiento del Sena, y su cuñado Giovanny Leal, diputado de Santander, están en la lista de los que han prosperado bajo la sombrilla de la personería del antiguo partido de desmovilizados.
De hecho, en Opción Centro fue aliado del parapolítico Luis Alberto ‘El Tuerto’ Gil, condenado por sus vínculos con los paramilitares, específicamente con ‘Julián Bolívar’ y ‘Macaco’.
González también compartió con ‘El Tuerto’ Gil su gusto por el sector salud: mientras ‘El Tuerto’ tenía SolSalud, hoy liquidada EPS, Carlos Ramón González manejaba la IPS Milagroz, que le hace honor a su nombre y sigue activa hasta nuestros días.
Cuando la alianza de Carlos Ramón González con ‘El Tuerto Gil’ se bifurcó, el segundo fundó el Movimiento Convergencia Ciudadana del que salió el PIN, Partido de Integración Nacional.
Mientras tanto, Carlos Ramón González , quien se define hoy como luchador por el cambio y la transformación social, le volvió a cambiar el nombre a su empresa electoral para convertirla en ‘Partido Verde, opción centro’.
Por esa vía, el hoy proclamado progresista no tuvo mayor inconveniente en hacerle campaña a Enrique Peñalosa para la Alcaldía de Bogotá al lado del expresidente Álvaro Uribe.
En la última elección presidencial, Gustavo Petro quedó en deuda con él porque, calladito y detrás de los reflectores, fue Carlos Ramón González uno de los mayores impulsores del fracaso de la llamada Coalición de la Esperanza, que representaba la alternativa de centro.
Con la fuerza de ser dueño de la personería jurídica de la Alianza Verde, González logró dividirla para que una parte se fuera con Gustavo Petro mientras otra se quedaba con Claudia López y Angélica Lozano en la agonizante aspiración de Sergio Fajardo.
La estocada de Carlos Ramón González fue definitiva y la provechosa división de los verdes sigue dándole réditos.
Esa hazaña política, por encima de cualquier otra, fue la que terminó convirtiendo a González en uno de los personajes más poderosos del actual Gobierno. Un escalofrío corrió por la espalda de varios amigos sinceros de Gustavo Petro cuando le dio por poner Carlos Ramón González al frente de la antigua Secretaria General de la Presidencia.
En la audiencia judicial por la corrupción en la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo (UNGRD), la fiscal Andrea Muñoz afirmó de manera contundente que el pago por 3.000 millones de pesos al presidente del Senado, Iván Name, y de 1.000 millones al presidente de la Cámara de Representantes, Andrés Calle, fueron ordenados por Carlos Ramón González cuando era director del Dapre.
Él alega a su favor su hoja de vida. Hágame el favor.
Leyendo el contraevidente comunicado de defensa de Carlos Ramón González recordé una fábula del poeta Rafael Pombo llamada ’El gato guardián’: cuenta la historia de un campesino que, para evitar que los ratones se le comieran el queso de la alacena, trajo un gato a cuidarlo.
El triste y previsible resultado fue que el gato se comió el queso que le pusieron a cuidar, por eso concluye Pombo en verso brillante: “Gobierno dignos y timoratos, donde haya queso no mandéis gatos”.
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