En la Fundación Étnia y Mujer participan quince mujeres tejedoras que se han animado a emprender en Pizarro, Bajo Baudó. | Foto: cortesía Fundación Etnia y Memoria
El proyecto de tejedoras que combate la violencia de género en el Bajo Baudó
Quince mujeres forman parte de la Fundación Etnia y Memoria, un espacio que ha potenciado sus talentos como tejedoras para empoderarlas en su camino hacia la independencia económica y ayudarlas a superar situaciones de violencia.
Hace cuatro años en Pizarro, Bajo Baudó, la Fundación Etnia y Memoria apareció como una luz de esperanza para que las mujeres locales tejan un futuro libre de violencias.
Una de sus creadoras en Luz Iliana Carpio, mujer indígena de 32 años que, a raíz de una experiencia de violencia intrafamiliar en la pandemia, comenzó a preguntarse qué acciones se estaban tomando en el municipio para apoyar a las mujeres que atravesaban estas mismas situaciones.
“Yo viví violencia porque no sabía cómo se presentaba, pero ahora tengo la oportunidad de llegarle a otras mujeres para prevenirlas y que eso no les pase, reforzándoles el valor de sus talentos”, explica Carpio.
Según Iliana, la principal barrera a la que han tenido que enfrentarse como mujeres indígenas y afrodescendientes emprendedoras ha sido la cultural.
“El patriarcado y el machismo lastimosamente aún están muy arraigados a la cultura”, dice, por lo que las mujeres o son encasilladas en tener que limitarse a cumplir con las tareas de cuidado del hogar, o deben retornar a sus comunidades lejanas al no conseguir opciones laborales dignas.
En el local de Etnia y Memoria se comercializan los emprendimientos de cada mujer y se adelantan las jornadas de diálogo y escucha. | Foto: cortesía Fundación Etnia y Memoria
Todas las mujeres llegan a Etnia y Memoria con dos objetivos comunes: perfeccionar y comercializar sus artesanías y superar los hechos traumáticos a través de la red de apoyo emocional que han construido.
Rubelina García es una mujer waunana que conoció el proyecto hace un año, estando desempleada. Desde entonces, comenzó a tejer en chaquira, generando ingresos que le han permitido terminar arreglos en su vivienda:
“Con ese ingreso uno ayuda en el hogar (…) las charlas son una ayuda grande cuando uno se siente frustrado, que es normal al emprender”, comenta García.
En el local, Iliana exhibe decenas de artesanías en fibra y chaquira. Dice que cada una de las piezas tiene, detrás, una historia de sanación.
“Muchas veces llegan cargadas emocionalmente, pero se ponen a tejer y terminan con una sonrisa (...) Siempre buscamos los espacios para que ellas dialoguen. Sembrar semillas de esperanza es muy gratificante”, explica la cofundadora, quien recibió ―junto a sus dos hermanas―, capacitaciones de Naciones Unidas sobre violencias basadas en género para luego capacitar a otras mujeres de las zonas rurales y urbanas.
Emprender, para ella, significa abrir camino para demostrar que también tienen las capacidades para desenvolverse en ámbitos empresariales a pequeña escala. | Foto: cortesía Fundación Etnia y Memoria
En Etnia y Memoria, sin embargo, trabajan para cambiarles esta visión y acompañarlas en su camino de independencia económica. Además, para que puedan desarrollar al máximo sus talentos y al mismo tiempo comprendan la importancia de sus manos y habilidades en la preservación de la identidad cultural.
Según Iliana, Etnia y Memoria es conocido en todo el municipio como un punto de encuentro al que las mujeres pueden asistir para conversar y vender sus productos: “Es un lugar para desarrollar sus talentos (...) La comunidad ya conoce el proceso de sanación y trabajo interno que hay detrás de los productos.”, concluye Carpio.
