Al Oído: Una ola de incertidumbre llamada ‘Petro Presidente’
El presidente Gustavo Petro está a tiempo de recomponer, de rodearse mejor y de buscar resultados con ejecución. Necesita más Lauras Sarabias para sentir que tiene coequiperos y que la vicepresidenta Francia Márquez recupere su tono, su figura histórica es única.
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El presidente Gustavo Petro. Foto: EFE / Presidencia de Colombia
No hay momento en el que nuestro presidente Gustavo Petro no desate una ola de incertidumbre: cuando no es por sus reformas, es por convocar a una asamblea constituyente para poder adelantar su visión de Gobierno, algo que él mismo había prometido (en siete entrevistas en campaña) que no haría en caso de resultar electo.
Otra incertidumbre son sus cancelaciones, la agenda privada y lo que se volvió común que nadie sepa: ¿en dónde o en qué está el presidente?
Se volvió paisaje ver que el mandatario desaparezca dos días por semana y que otros empiecen a asumir las reuniones que él tendría que liderar.
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Después de las multitudinarias marchas de la oposición el pasado 21 de abril, se decidió realizar una reunión privada para analizar cómo está realmente el Gobierno, una reunión que en administraciones anteriores era recurrente y en este es casi un milagro.
Es indudable que el Gobierno del cambio atraviesa una crisis. En sus discursos, el presidente se ha radicalizado más y estamos en un momento en el que no acepta que sus funcionarios le lleven la contraria ni permite que los congresistas lo refuten. A las buenas o a las malas, busca que sus propuestas avancen.
Aterra ver esa transición y transformación evidente del presidente, quien pasó de ser el jefe de la oposición por años –el que más control ejercía, el gran congresista y estadista– a un presidente tuitero, viajero y que parece algo perdido en su rol. Un mandatario de quien es recurrente ver cómo cada día hay más acciones que lo dejan sin talla presidencial.
Ojalá vuelva el Gustavo Petro que habló en la posesión, ojalá dejen de improvisar y que el gabinete, más que estar de defensor en redes como simple tuitero, entienda que el país exige altura y resultados. Viendo el panorama, no es difícil anticipar una crisis de gobernabilidad.
La mejor foto que dejó este fin de semana y que, para mí, es el resumen de este Gobierno, es la de un presidente que parece no tener respeto por el tiempo de nadie y cuya responsabilidad parece una palabra que no está en su diccionario: dejó un día y medio esperando en Paipa al consejo de ministros.
En un país con algo de dignididad, en el que los ministros ponderaran al país y nuestro futuro, muchos se habrían levantado de la mesa y renunciado. Pero bueno, en este país –independientemente de la orilla– dignidad es lo que no hay. Todos se quieren atornillar.
La reunión fue liderada por Laura Sarabia, directora del DAPRE (Departamento Administrativo de la Presidencia de la República), aunque ella es más que eso en el Gobierno y para el presidente. Al mismo tiempo, también parece ser la jefe de gabinete y quien maneja hasta el último detalle público y personal del presidente, una mujer que ha sabido tejer puentes y organizar un poco el desorden que se ve. Incluso, muchas veces, es evidente que tiene mayor poder que la vicepresidenta.
Muchos preguntan por qué se cuestiona a Sarabia y jamás se le dijo nada a María Paula Correa, jefe de gabinete del expresidente Iván Duque quien, en cuatro años y casi cinco oportunidades, lideró reuniones.
¿Por qué solo a Sarabia? Tal vez porque, en este caso, no es ocasional. Tal vez porque sentimos que la persona que siempre pone el rostro es ella y porque solo desde el interior y corazón del gabinete el mensaje es: “Sarabia es la que manda. Lo que ella dice, eso es”.
No se trata de comparar a la vicepresidenta Francia Márquez con la directora Sarabia, es preguntar por qué se ha visto bajar el tono a Márquez y no hay resultados de su gestión en el Ministerio de la igualdad, por qué no es ella quien lidera las reuniones en las que aún no sabemos por qué el presidente no llega.
Ola de incertidumbre por la radiografía de escándalos
Cada nuevo audio de Armando Benedetti refiriéndose a Laura Sarabia es todo lo que está mal y deberíamos rechazar como sociedad.
Lo que no logro entender es, ¿por qué Sarabia y el presidente callan frente a esa violencia verbal? ¿Reclaman con alevosía al medio que replica, pero no al canalla que habla? ¿Qué tanto saben todos y qué tanto deben soportarle a Benedetti para mantenerlo en el Gobierno pese a todo el horror que lo rodea?
En fin. Esta semana veremos más desarrollo de la telenovela del hijo del mandatario, Nicolás Petro y también al presidente subirse en una tarima de la marcha del Día del Trabajo que ahora quiere usar para salir a decir que es una marcha en apoyo al Gobierno.
Salió mal el símbolo del presidente en balcón, salió mal el llamado del Gobierno a las calles en dos oportunidades. Ahora buscan que salga bien esto de pescar en río revuelto y hacer pasar la marcha del Día del Trabajo como apoyo al Gobierno.
Es decir, este miércoles el Gobierno marchará para exigirle al establecimiento (que son ellos) que cumpla. Sabían ser oposición y no gobernar, por eso quieren regresar a las calles y no a ejecutar.
Presidente, aún está a tiempo: rodéese mejor, cambie su actuar y transforme el método, porque el que hay no funciona.
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