Emprendedores: esta venezolana produce licor artesanal según la tradición italiana
Giselle Dubox, oriunda de Venezuela, creó en 2022 Tigre Licor, un licor artesanal hecho a base de cáscaras de mandarina, inspirado en el tradicional ‘mandarinetto’ italiano. Este es, según ella, el único emprendimiento del país dedicado a la producción y comercialización de esta bebida.
Gisselle Dubox es oriunda de Bejuma, una ciudad del estado de Carabobo, en Venezuela, y tiene ascendencia francesa e italiana por el lado de su familia paterna. A sus 27 años ya cuenta con su propia marca de licor artesanal llamada Tigre Licor, un ‘mandarinetto’ hecho a partir de la cáscara de la mandarina. El ‘mandarinetto’ es una de las bebidas alcohólicas más conocidas y típicas de Italia, en especial en la región de Sicilia.
“El nombre Tigre es una combinación de muchos aspectos. Es el nombre de la localidad de Buenos Aires de donde provienen mis abuelos paternos; y también es el apodo de cariño con el que me bautizó un amigo. Entre ellos me animaron a nombrar así el licor, principalmente por su color amarillo y naranja”, explica Dubox.
Aunque comenzó preparándolo en la casa y dándoselo a probar a amigos cercanos, su comercialización formal arrancó a partir de 2019.
El mandarinetto es un macerado o infusión en un destilado de caña de azúcar no anisado, diferente del aguardiente colombiano. Para la preparación, Gisselle cuenta con la ayuda de su novio, Il Gimón. Ambos llegaron a Bogotá buscando mayor estabilidad laboral ante la complicada situación del vecino país. Ella estudiaba enfermería en la Universidad Central de Venezuela y él era profesor de inglés en el Colegio San Agustin de El Marqués.
Cuando llegaron a la capital, el emprendimiento ya estaba en curso, pero consolidar el producto le tomó tres años. “Por la situación económica no hubo tanto interés por el producto en Venezuela, así que lo traje a Bogotá en diciembre de 2019 y, como hubo más apoyo, el emprendimiento comenzó a crecer. Es un producto que se vende solo porque gusta mucho”, comenta Dubox.
En Guangdong, al sur de China, hay un dicho muy conocido: “la cáscara de la mandarina seca y añeja es tan valiosa como el oro”. Y es que, además de su versatilidad para la preparación de cócteles, gracias a la cáscara de la mandarina con la que hacen el mandarinetto, según cuenta Gisselle, obtienen múltiples beneficios: antioxidantes, aceites, aromas y, por supuesto, vitamina C. Todas estas propiedades han hecho que el producto ya tenga un espacio en los estantes y menú de varios restaurantes y bares en Bogotá.
“Yo he pelado hasta 120 kg de mandarinas sola. No las pelo de manera tradicional, sino que utilizo un pelador de verduras para dejar solo la parte naranja y que no tenga la cáscara blanca de adentro, porque eso amarga el licor”, comenta.
Para ella, uno de los factores que lo ha diferenciado de otras bebidas alcohólicas artesanales es su empeño en los detalles. Eso se ve reflejado, dice, en la creación de una experiencia de consumo que va desde el diseño de la etiqueta hasta la elaboración de otros productos que lo acompañan, como totebags y camisetas, creando, así, mayor cercanía del consumidor con esta bebida conocida como un ‘licor feroz’.