Los manglares en Cumbiana
Historias del cielo, el agua y la tierra
Colombia
La vida está hecha de mangle en Cumbiana. Es una conexión casi sináptica, molecular si se quiere, definitivamente ancestral. Una cosa sin la otra no es posible. Como la materia y la energía, como el espacio y el tiempo, como los Pocabuyes y la cumbia. Javier De La Cruz lo entendió mientras pescaba. Fue un llamado, una epifanía. Quizás un mensaje directo del cacique Cumbague a través del infinito que le hizo fijarse en el mangle, entender su comportamiento, deducir lo que se requería y estudiar para hacerlo bien.
Buenavista y Nueva Venecia, en el Magdalena, fueron fundados por pescadores; construidos por pescadores y donde, casi 200 años después, viven pescadores de la Ciénaga. Son dos pueblitos palafíticos entre manglares, de casitas coloridas con trasmallos y atarrayas que descansan de sus faenas en las vigas de los techos. Muchas de sus estructuras están hechas en madera de mangle. También de mangle son algunas de las canoas que hay atracadas en cada antejardín -que aquí debería llamarse “anteacuario”, además por los pequeños corralitos, criaderos de peces para el consumo diario- y así mismo de mangle son los palos que se usan para bogar. Siempre de mangle porque el mangle no se pudre. La profesora del colegio San José pidió como tarea pequeñas canoas a los niños de cuarto grado. Iban a hablar sobre la vocación del pueblo. Todos llevaron una tallada en mangle, ¿de qué más la iban a hacer? Ah, pero qué delicioso olor el que tiene el mangle recién tallado.
El mangle protege: los vientos se disipan y los oleajes se amortiguan para que Nueva Venecia y Buenavista tengan esas aguas tranquilas en dónde vivir. Pero también las pequeñas especies usan las raíces ensortijadas para esconderse de depredadores más grandes. Y esos depredadores grandes, reptiles y aves, se han escondido de las armas de cazadores y pescadores furtivos que casi los extinguieron. El mangle alimenta: porque es de allí de donde sale el pescado ya de buen tamaño para las aguas más abiertas de la ciénaga, en donde redes y anzuelos esperan ansiosos por una buena noche. El mangle oxigena: porque absorbe hasta 10 veces más gases de efecto invernadero que otros bosques, pero también limpia el agua y regula todo el ecosistema a su alrededor.
Al mangle lo cuida Javier. El vivero Guardianes del Manglar está construido en una estructura palafítica unida a la casa de este por un pequeño puentecito trasero. Las macetas en las que siembran las semillas y crecen las plántulas son botellas pet que Javier y sus amigos recogen de la ciénaga y las hacen útiles de nuevo. Es su iniciativa, su emprendimiento ecológico, de lo que vive. Y no porque eso le deje plata, para eso tiene una tienda. “Si el mangle se acaba, nos acabamos nosotros”, dice Javier con la mirada clavada en el bosque qué él y su comunidad han venido regenerando y que ya se nota frondoso y con garzas, águilas y cormoranes apostados en sus ramas mientras esperan la siguiente presa salir de su fortificación debajo del mangle. Y así, Cumbiana se regenera, se perpetúa.
Con un olor a madera fina recibe el agua hecha hielo al noble whisky Old Parr antes de convertirlo en un cóctel refrescante, divertido y profundo. El cóctel Cumbiana, que le rinde honor a un territorio de agua y tierra, de cielo y música, conectándolo de una manera directa con el pilar de sostenibilidad del plan Society 2030 de Diageo, que permite soñar por un mundo más responsable, diverso y que genere un impacto positivo en diferentes niveles sociales, ambientales y culturales.
Los manglares representan las bases y raíces del Territorio Anfibio los cuales también se verán beneficiados desde parte de las ventas del Coctel Cumbiana para continuar siendo el pulmón más importante de la Ciénaga Grande de Santa Marta.