En el corregimiento de Las Mercedes, en Norte de Santander, los <b>besos de buenas noches fueron reemplazados por granadas y plomo</b>. Los árboles y las flores por cultivos de coca, y las escondidas dejaron de ser un juego para convertirse en una realidad para esquivar balas.A pesar de los enfrentamientos entre grupos criminales, como un acto de fe, <b>Juan* se levantaba todos los días a las 3:00 de la mañana</b> para caminar un largo trayecto hacia el colegio.“Yo tenía que caminar aproximadamente <b>cinco horas diarias de ida y de vuelta al colegio</b>, me levantaba tipo 3:30 de la mañana para irme de la casa hacia allá”, contó a La W.Abusando de la inocencia y la vulnerabilidad de los niños, el Diablo les ponía tentaciones en el camino: <b>regalos a los que, por su condición de pobreza, jamás podrían acceder</b>.“Lo llevan a uno para que uno mismo entre al grupo armado, le muestran<b> cosas chéveres como las armas, la plata, la moto</b>, cosas así que a los pelados nos gustaría tener. Y pues <b>vamos y caemos en la trampa</b>”, relató.Los amigos de Juan* no sabían que esos regalos que les dejaron en el camino terminarían pagándolos con su vida.Juan* agregó: “<b>Varios compañeros fueron muertos</b>, uno de esos fue ahorita. Ya no recuerdo los nombres, pero sí fueron varios los reclutados por el EPL y en combates algunos perdieron la vida”.El joven relató lo difícil que era concentrarse en la escuela, donde el <b>sonido de la tiza era opacado por el estruendo de las bombas</b>: “A veces, cuando hay paro, los profesores no llegan a la escuela a mitad de año y siempre los niños se quedan sin estudio y pierden el año”.“Es que no hay Policía. Es una zona montañosa donde solamente están los campesinos que trabajan. Cuando están los grupos armados, los <b>muchachos no salen por temor</b>, porque a lo lejos se escuchan las bombas”, contó Juan*.Ajeno a la esperanza que traen los nuevos gobiernos, Juan* le hace una solicitud al presidente Gustavo Petro: le pide que <b>ponga sus ojos en el campo, que cumpla con sus promesas</b>.“Que esté más <b>enfocado en los sitios que están desalojados</b>. Por ejemplo, en los campos donde no entra nada, no hay Ejército, no hay Policía, no hay Escuelas, no hay nada. Entonces le pido a Petro que se enfoque en esos sitios”.A pesar de las armas y el miedo, <b>Juan* no pierde sus sueños de la niñez</b>. Está vestido de karateca, como si el traje lo hiciera más fuerte, como si la guerra se pudiera desvanecer de un solo golpe:“El <b>karate me ha gustado desde pequeño</b>, siempre he mirado películas de artes marciales. Eso fue lo que me llevó a estar en karate y quiero seguir con esta carrera”.Juan* no quiere volver a su tierra, de donde fue despojado, porque asegura que allá <b>no hay ninguna oportunidad para salir adelante</b>.Escuche en La W la historia de Juan*, el joven karateca que esquivó la guerra: