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Le dábamos agua a los soldados y nos pagaron derramando la sangre de nuestros familiares: víctimas de falsos positivos a la JEP

En la segunda jornada de observaciones de las víctimas de esos crímenes de guerra en el departamento del Huila, distintos afectados que perdieron a sus padres o hermanos relataron su desgarradora experiencia.

En el marco del segundo día de audiencias de observaciones de víctimas de falsos positivos ante la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) sobre las versiones voluntarias de los militares implicados en esos crímenes de guerra en el Huila, prosiguieron los relatos estremecedores que dejaron en silencio el recinto en el que se desarrolló la diligencia en Neiva.

Una de las historias de vida más sobrecogedoras fue la de Elsa Díaz Astudillo, esposa de Saúl Ortiz, a quien los soldados lo asesinaron a pocos metros de su casa, señalado de ser integrante de un grupo armado. Elsa en la mayor impotencia narró, que ni siquiera tenía el dinero para darle un funeral digno a su esposo, por tanto, debió dejar sus hijos con los abuelos, para salir a trabajar.

“Yo quise salir corriendo a donde él estaba, cuando uno de los soldados me agarró y me cogió de la cabeza, que no mirara lo que estaba ocurriendo, me llevó a la fuerza y me pegó dos patadas y me echó a la cocina, yo sentía que me estaba muriendo en vida, cuando llegó otro soldado y me tiró a los niños como si fueran basura a mis pies, arrastraditos de la camisita los tiró” detalló.

Otro de los testimonios fue el de María Otilia Ortiz, hermana de Ovidio Ortiz Sepúlveda, lechero de una vereda, quien fue detenido en un retén por soldados del Batallón Pigoanza y de acuerdo con su relato entre lágrimas afirmó que fue llevado a un cafetal, torturado y falsamente presentado como una baja en combate por los militares.

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“Lo subieron a un cafetal, lo torturaron partiéndole sus brazos, partiéndole cada parte de sus dedos, golpeándole su rostro. Lo que más nos impactó fue el tiro que le dieron en su boca. Yo recuerdo cuando yo era niña yo era feliz viendo a los soldados en mi vereda, yo era feliz porque me sentía protegida, yo era tan feliz, porque ellos llegaban y pedían agua, no se les daba un vaso, se les daba la jarrada, ¿cómo pagaron esas jarradas de agua? derramando la sangre de mi familia” afirmó.

Durante la diligencia también se conoció el relato de víctimas que perdieron a sus padres, como sucedió con Neira Yolani Alvira, quien con la voz entrecortada detalló la forma en la que su padre Arquímedes Alvira y su hermano, fueron asesinados y presentados como “bajas en combate” por soldados del Batallón Pigoanza, a quienes se los llevaron con engaños para nunca volver.

“Que dizque papá e hijo habían ido a hostigar el Ejército, quién se va a creer ese cuento, que el papá se va a llevar al hijo de 17 años a combatir con el Ejército, eso es algo falso, y hemos vivido en la lucha, pero hasta ahora nada, la Fiscalía no hace nada, nunca hizo nada” indicó con la voz entrecortada.

Entre las víctimas hubo personas con distintas profesiones, particularmente de bajos recursos, como el hermano de Mauricio Aguirre, quien en 2008 desapareció tras una falsa oferta de trabajo, y la agonía de su ausencia se acabó 4 años después cuando su cuerpo apareció en un cementerio de Neiva y acusado de ser un guerrillero no identificado.

Pero, además, Mauricio señala que varios de los militares presuntamente involucrados, como Felipe Andrés Ramírez Gómez, aseguró, siguen vinculados al Ejército.

“Yo les pido un favor, ayúdenos, como es que Felipe Andrés ¡va para coronel! ¿ya lo van a ascender? cómo que Luis Charry Solano sea contraguerrillero de la alta montaña en Sumapaz, un muchacho que mató a mi hermano cuántos no estará mandando en el Sumapaz” sostuvo ante los magistrados.

Finalmente, las víctimas resaltaron el vacío que generaron esas muertes en sus familias, los abuelos que terminaron cuidando a los nietos por la ausencia de los padres, sus familiares estigmatizados al ser falsamente señalados como criminales dados de baja, y pidieron justicia sobre todos los responsables.

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