Fernando Haddad?, el hombre que asumió las banderas de Lula
Tras conocerse la inhabilidad del expresidente y líder del PT, el día 12 de septiembre, el PT registró ante la Justicia electoral brasileña el nombre de Haddad
La preferencia no era por él. Nunca lo fue.
El expresidente Luiz Inácio Lula da Silva quería que Jaques Wagner, exgobernador del estado de Bahía, asumiera su puesto de candidato a la presidencia de Brasil por el Partido de los Trabajadores (PT) cuando la Justicia Electoral lo declarara inelegible —lo que ocurrió el 1 de septiembre.
Pero Fernando Haddad, de 55 años, economista y doctor en Filosofía, exalcalde de Sao Paulo, contó con buena dosis de conveniencia pues Wagner rechazó el puesto y apostó en lo esencial: necesitaba dejar atrás el barniz de intelectual de la Universidad de Sao Paulo (USP) y asumir el vestuario de militante ‘petista’ si quería unificar el partido de los obreros a su deseo de ser elegido como plan B.
El día 12 de septiembre, el PT registró ante la Justicia electoral brasileña los nombres de Haddad y Manuela D’Ávila, del Partido Comunista de Brasil (PCdoB), como candidatos a la presidencia y a la vicepresidencia de Brasil.
Desde que Lula fue arrestado a principios de abril para cumplir una condena de 12 años por corrupción y lavado de dinero, Haddad ejecutó al menos tres movimientos que lo llevaron a ser elegido por el exmandatario como la opción más viable: abrió un canal directo con el expresidente al acreditarse como abogado con libre acceso a su celda, se acercó a amigos de confianza del líder de izquierda y se insertó de golpe en la vida del partido.
(Ver el perfil de los otros candidatos)
El expresidente probaba al exalcalde. Irónico, dijo a un aliado que si Haddad quería ser un candidato al frente de su tiempo, como suele decir en tono de profesor académico, que se presentara a los comicios en 2030, no ahora.
Lula se queja de que Haddad es terco y no oye a nadie, pero la relación de los dos es buena, según relatan fuentes cercanas. Difiere, sin embargo, de la dinámica de confidencias y amistad que Lula mantiene con Wagner y otros del partido.
El contacto con el expresidente hizo Haddad entender mejor el PT y la importancia de ser aceptado por las filas del partido antes de lanzarse en una empresa por la formación.
Hoy, él cuenta con el 22% de la intención de votos en la primera vuelta, detrás del ultraderechista Jair Bolsonaro (Partido Social Liberal - PSL), con el 28%, según las encuestas más recientes. En una segunda vuelta con Bolsonaro, Haddad sería elegido presidente con el 43% frente al 37% de Bolsonaro.
El sustituto de Lula todavía tiene, sin embargo, un largo camino por recorrer, afirman fuentes de su entorno político. “No es más la novedad de 2012, cuando se presentó como ‘un hombre nuevo para un tiempo nuevo’ en su primera elección, para el Ayuntamiento de Sao Paulo, y tiene el pasivo de la derrota en su intento de reelección en 2016, aún en la primera vuelta”, recuerda Gilberto Carvalho, jefe de gabinete de Lula.
Hay un consenso dentro del partido que Haddad necesita abandonar el tono académico y “hablar más como el pueblo” para dialogar con todas las corrientes dentro de la formación y así avanzar por un sendero complicado: firmarse como presidenciable mientras intenta mantener vivo el discurso que el candidato debiera de ser Lula, supuesta víctima de una injusticia política y jurídica.
El primer paso en esa trayectoria se dio un día después de que la Justicia rechazara, definitivamente la candidatura del expresidente. Haddad pasó por una especie de “bautizo” en Caetés , ciudad natal de Lula, en la región nordeste de Brasil, bastión del electorado del PT. “Lula mandó que voteis en nosotros”, dijo a la gente del pueblo, para quienes, hasta entonces, era un perfecto desconocido.
Las encuestas de hace pocas semanas indicaban que uno de cada cuatro votantes brasileños no sabe lo suficiente sobre el candidato como para formarse una opinión. De ahí surgió el eslogan de la campaña: “Haddad es Lula. Lula es Haddad”, un intento de hacer un espejismo con la figura del exmandatario, el más popular de la historia de Brasil.
Para Paulo César Nascimento, profesor de la Universidad de Brasilia, quien convivió con Haddad en el ámbito académico, el candidato “tiene una mayor penetración en ciertos sectores de la sociedad que Lula”. “Es un intelectual, es menos bruto. Mejora la imagen del partido”, opina.
Su trayectoria
Fernando Haddad, quien tiene cinco libros publicados, cambió la vida académica por la política en 2001, cuando se encargó de la Secretaría de Finanzas de Sao Paulo, hasta 2003, cuando pasó a integrar el equipo del Ministerio de Planificación, como asesor especial durante el primer Gobierno de Lula. Durante ese período, aprendió a luchar tae kwon do. “El arte marcial me ayudó a controlarme durante los momentos más críticos de las campañas”, cuenta.
Su primer empleo fue, sin embargo, como vendedor en la tienda de tejidos de su padre, el libanés Khalil Haddad, quien emigró hacía Brasil en 1947 y se casó con la brasileña hija de libaneses Norma Thereza Goussain Haddad.
El candidato a la presidencia creció en barrios de clase media de la mayor ciudad de Brasil y en los años 1980, cuando ya temblaba la dictadura militar que gobernaba el país desde 1964, empezó a actuar en la militancia estudiantil.
Haddad participó, por ejemplo, de las protestas por la democratización del país, internacionalmente conocidas como el movimiento “Diretas Já”.
Por aquel entonces, empezó también a sumergirse en las teorías de Karl Marx, comenzando a formar el perfil de gran carga intelectual y reflexión que aún hoy lo caracteriza.
Su gran influencia, afirma, es su abuelo Cury Habib, que luchó en Líbano contra el dominio francés después de la Primera Guerra Mundial. Haddad siempre lleva una foto suya en la cartera. “Sus valores éticos, culturales y políticos son mis grandes referentes”, explica.