Para ACABAC, el cacao será, a futuro, la materia prima principal que tendrán para lograr consolidar una gran empresa comunitaria. | Foto: cortesía ACABAC

Para ACABAC, el cacao será, a futuro, la materia prima principal que tendrán para lograr consolidar una gran empresa comunitaria. | Foto: cortesía ACABAC

La unión comunitaria en las zonas rurales de Buenaventura se fortalece gracias al cacao

El cultivo, cosecha y transformación de este fruto en chocolate orgánico ha representado una oportunidad de unión entre los campesinos del distrito portuario. En el alimento, encontraron la motivación para superar los impactos del conflicto armado.

Treinta campesinos de la zona rural del Distrito de Buenaventura, en Valle del Cauca, son los encargados de mantener las sesenta hectáreas de cultivos de cacao. Lo producen a través de la Asociación de Cacaoteros del Bajo Calima de Buenaventura (ACABAC), una juntanza comunitaria que surgió hace diez años con la intención de fortalecer los procesos productivos de estas familias, quienes tiempo después comenzaron a apostarle a la transformación del cacao para chocolate orgánico.

Los cultivos están ubicados en la vereda La Colonia, en territorio colectivo del consejo comunitario de la Cuenca Baja del río Calima. Cada campesino tiene aproximadamente dos hectáreas de cacao vinculadas al proyecto, que abarca toda la cadena productiva ―desde la siembra hasta la transformación― y que se caracteriza por su componente orgánico.

Si queremos un producto de calidad y gozar de buena salud, debemos apostarle a un cultivo limpio. Nuestro cacao es 100% orgánico. Nosotros nos encargamos de su cultivo, cosecha y transformación”, explica Guadalupe Viveros, representante legal de la Asociación.

Viveros señala que, en el proceso de cultivo del cacao para la producción de chocolate, lo primero que hacen es sacar la almendra. Luego dejan que escurra el mucílago y después lo llevan a fermentar por ocho días. Posteriormente, lo dejan secar por diez días más antes de pasar a la selección del grano final, que es el que utiliza el equipo de transformación para el proceso de elaboración del chocolate de mesa.

Gracias al cacao, la comunidad ha logrado reconstruirse tras los impactos del conflicto armado y encontrar nuevas oportunidades de desarrollo. | Foto: cortesía ACABAC

Guadalupe es una campesina de 51 años nacida en el municipio de Buenaventura. Relata que en la comunidad heredan la vocación campesina, por lo que desde pequeños se interesan en la siembra de productos como el banano, la papa china, el plátano y diferentes cítricos que crecen en el ecosistema de bosque húmedo tropical del Pacifico colombiano.

Mucha gente aún no sabe que en nuestro municipio se puede sembrar cacao. Por eso participamos en Chocoshow [una feria que celebra la cacaocultura colombiana]. Nosotros le estamos apostando no solo a la economía del país, sino a la unión, la solidaridad y trabajar en equipo”, agrega Guadalupe, quien manifiesta alegría al ver las cifras de la producción. Este año, por ejemplo, sacaron dos toneladas de cacao.

Y es que no todo ha sido fácil en el camino de ACABAC. A raíz del conflicto armado, en 2011, se vieron obligados a salir desplazados forzosamente de sus territorios por grupos al margen de la ley, lo cual representó un estancamiento de más de un año en el proyecto productivo. Las parcelas quedaron abandonadas y varias familias tuvieron que esperar que las garantías de seguridad fuesen lo suficientemente altas para retornar. Desde entonces, la problemática ha sido recurrente, al punto que todavía hay personas que siguen fuera del territorio.

El alimento ha representado, a su vez, un medio para el empoderamiento y la independencia económica de las mujeres de la comunidad. | Foto: cortesía ACABAC

Quienes decidieron volver, sin embargo, encontraron en el cacao una motivación. Este alimento representó una oportunidad para encontrarse y trabajar por una causa común, sin protagonismos ni pretensiones más allá de posicionar el nombre del municipio a nivel nacional y de generar empleo a nivel local a través de la asociación.

Sin embargo, Viveros aclara que, para ellos, la parte económica no es el mayor logro. Lo es, en cambio, la posibilidad de reconstruir tejido social con amor, empeño y disciplina:

“Los impactos, más que en la parte económica, han sido en la unión, en el volvernos a encontrar; en compartir en sociedad y sacar juntos nuestras siembras. Volver a compartir uno con el otro sin miedo (...) Yo no veo esto como un emprendimiento o solo una finca, yo lo veo como una gran empresa”, explica.

En el camino han contado con aliados, como USAID y ACDI/VOCA. A través de la Fundación Puerto Aguadulce, la Asociación participa en el proyecto Oportunidades Pazcificas, el cual es apoyado por el Programa Juntanza Étnica. Con este han logrado fortalecer su organización y su sentido social.

“Yo hoy represento a muchos que están no atrás, sino al lado mío. El proyecto me ha dado mucha fortaleza, sobre todo al ver que como mujer me puedo abrir espacios, porque los negocios no son solo para hombres, las mujeres también tenemos la capacidad de sacar un proyecto productivo adelante”, concluye Viveros.

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